El Milán vive días felices y con razón. Íntimamente
sabe que en todo el planeta nadie juega un fútbol tan bueno como el suyo. Un
fútbol completo, con varios registros, seguro atrás, lúcido en el medio campo,
peligroso arriba. Un fútbol servido por el movimiento constante de todos,
gracias al trabajo físico general y al buen orden táctico, que ahorra esfuerzos
inútiles. Un fútbol luminoso que ayer contrastó severamente con el del
Manchester United, uno de los grandes de Europa (casi campeón de la Premier y
finalista de la FA Cup) pero que ayer quedó empequeñecido por la categoría de su
rival.
No es que siempre juegue así el Milán, pero si puede jugar así una vez es que
puede jugar así otras veces. Lo ha pasado mal, porque empezó la temporada con
ocho puntos de sanción, con dudas, con mal juego. Durante meses pareció que ni
se clasificaría en puesto Champions. Pero tras su victoria en Múnich ha
recobrado la fe, ha crecido de golpe, y se ha consolidado como equipo adulto que
es. Los jugadores veteranos suelen alcanzar la forma avanzada la temporada. O es
que lucen más cuando otros, los más jóvenes, notan la fatiga de los esfuerzos
multiplicados. Y el Milán tiene bastantes veteranos.
En la transmisión de Canal +, Robinson, que se manifiesta lealmente partidario
del Liverpool (lógico, con ellos ganó una Copa de Europa), expresaba su
esperanza con cierta ironía: "No se puede jugar así de bien dos veces seguidas".
Quizá. En todo caso, llega a la final con el cartel de favorito. Como en
Estambul, claro. ¿Recuerdan Estambul? Al descanso el Milán ganaba por tres a
cero. Al final del partido el Liverpool había empatado a tres. Y ganó en los
penaltis. Para el Milán fue un chasco único. Pero el fútbol, como la vida,
siempre ofrece revancha. Milán-Liverpool, final de Champions, otra vez. ¡Qué
bien! |