Me decía un amigo (del que confirmo es gran
apasionado y conocedor del fútbol) horas antes del partido entre Brasil
y Ghana: "Ronaldo está acabado. Lleva un par de años tirando mucho de la
cuerda y ahora ya no engaña a nadie. El Madrid debería venderlo". "¿Y a
quién traerías?", yo le pregunté. "A cualquiera. Cualquier nueve de
nivel sería mejor que él". Pues dentro de ese ramillete de nueves
estaría Adriano y ayer quedó con una sola jugada retratada la diferencia
entre Ronaldo y uno de esos nueves llamados con nombre.
En el minuto cinco Ronaldo encaró al portero de Ghana, amagó hacia la
derecha, engañó con el gesto de cadera, escondió el balón entre sus
piernas y con una bicicleta vertiginosa salió hacia la izquierda para
marcar un gol de nueve talentoso. Ocho minutos después, misma escena,
pero distinto protagonista: encaró Adriano, amagó a derecha, salió por
izquierda, el balón se le fue largo y oportunidad de gol perdida. ¿Qué
Ronaldo no está en su peso? Puede. ¿Qué a veces parece indolente? Tal
vez. ¿Qué da sensación de estar por encima del bien y del mal? Quizás.
Pero en una cosa nadie le iguala. Cuando tiene que dar la cara nunca
falla y eso sólo se lo puede permitir el mejor nueve del mundo...