Ronaldo reencontró el gol. Falta
le hacía, porque su forma de ser y de jugar sólo se defiende con goles. Empezó
el año muy bien, pero las lesiones, sin ser graves, le quitaron el ángel. Y le
cuesta recuperarlo, hasta el punto de que su propia titularidad ha llegado a
estar en discusión. Para mí, su abandono se ha llevado su condición de velocista
excepcional, de la que tanto se ayuda. No es el Ronaldo de hace un par de
temporadas, cuánto menos aquel del Barça de Robson. Pero tal y como está el
Madrid, es absolutamente imprescindible. Toda esperanza de que ocurra algo hay
que depositarla en él. Aunque ocurran menos cosas que antes.
Pero como los delanteros se alimentan de goles, le flaqueaba la confianza. En
Valencia salió un rato, provocó el penalti pero luego lo falló. Ante el Betis
salió otro rato, agitó el ataque y rozó el gol, pero su cabezazo fue penoso,
porque no sabe. Anoche se le veía ansioso, como sintiendo que se le escapaba
otro tren. Hasta esa jugada ya en el descuento (zona Cesarini, lo llaman los
clásicos, en las centrales Moñino les explica desde su sección Multifútbol el
por qué), en la que cazó el balón tras un entrevero entre César, Milito y Zidane,
controló, se revolvió con calma y marcó. Serenidad de buen goleador. Un alivio
para su angustia.
Buena noticia para el Madrid, porque sus esperanzas de batirse por la segunda
plaza, incluso las de mantener al menos el cuarto puesto, pasan porque Ronaldo
esté. El resto es una alarmante amalgama, sin orden futbolístico, sin caminos
para el gol. Lo que queda de este jugador excepcional (y quizá quede más de lo
que yo creo) es el verdadero clavo ardiendo al que aún puede agarrarse el Madrid
para acabar la temporada decentemente. De momento, anoche sirvió para enjugar el
impecable gol de Milito a pase de Ewerthon (¡vaya pareja!) y para convertir en
empate un partido que el Zaragoza tenía ganado y bien ganado. |