...un digno caído por la gloria
que rozó y que se entregó hasta el final sin premio. Pero eso no esconde el
fracaso sin paliativos de una nueva eliminación, esta vez en su competición, la
Liga de Campeones, la que domina con nueve entorchados. Fernando Martín tiene
ahora la palabra frente a otro año a cero. Ni con Ronaldo hubo gol. El cambio de
ciclo no es opinable. Es una realidad.
Salió el Madrid, dentro de sus conocidas limitaciones, con bravura. Con ese
espíritu invocado que apela a Juanito, al Madrid de los Garcías, a los goles de
Santillana, al empuje de Hugo Sánchez o Mijatovic. Ya Gravesen le soltó un viaje
a Henry a modo de "buenas noches". Duro 20 minutos el empuje insistente, pero
fueron instantes intensos, meritorios y reconciliadores. Ronaldo, de cabeza, ya
la tuvo a los 2 minutos y 38 segundos. Luego casi le hace penalti Gilberto Silva
(19’). El partido era madridista, el milagro era posible.
Reaccionó el Arsenal a la vez que bajó el tono su oponente. Muchos espacios para
las correrías de Henry, que no acabó con la eliminatoria por poco. Cesc y Reyes
(al larguero su remate más nítido), dos de los españolitos de los 'cañoneros',
fallaron goles cantados. Conclusión: los de Wenger existían y que cuando se
juega con cuatro laterales atrás (Míchel Salgado, Sergio Ramos, Raúl Bravo y
Roberto Carlos –curioso, todos nombres futbolísticos compuestos-) hay problemas
seguro.
En la segunda parte siguió el correcalles, los nervios, la inquietud. El ida y
vuelta. Todo lo contrario que el pausado Barça-Chelsea. El Madrid, con el paso
del tiempo, no tuvo otro remedio que irse a por todas. Raúl, en una de esas, no
marcó de pura mala fortuna. Al palo y, a continuación, no decidió sin portero.
Tiró López Caro de su veteranía y casi decide el capitán pese a notarse en
exceso que sale de una reciente lesión.
Para la heroica final salió Baptista, por Gravesen. Y Cassano, por el agotado
Raúl. En cambio, a Robinho le quedaron sólo un puñado de minutos tan sólo para
desequilibrar con su 'jogo bonito'. Hasta Casillas subió a rematar y Pires le
perdonó la vida en el contragolpe. Salvó Roberto Carlos el insípido disparo del
galo. Así, con todo, acabó la andadura madridista. La clave, empero, estuvo en
la ida. Y gracias a que el Arsenal perdonó en la ida, en Highbury se pudo vivir
un duelo con más equilibrio. |