Una vez en el córner, Zidane se puso la mano en el
pecho, muy en el estilo de las figuras de El Greco, la planta enhiesta y el
gesto grave. Jugada ensayada o flato. El balón trazó una parábola y en su vuelo
sucedieron cosas, muchas. Varios de los rematadores buscaron el primer palo con
estruendo; otros, con sigilo, el segundo. Y el balón completó la media luna en
el poste más lejano, donde esperaba Sergio Ramos colgado del aire, dispuesto a
sacudirse la melena, que uno se deja el pelo largo para que luzca a la salida de
las piscinas y los córners. Gol. Jugada ensayada. Y primera huella dactilar del
nuevo técnico, que ya sabemos qué hace cuando cierra la puerta en los
entrenamientos.
El gol no sólo encaminó la victoria del Madrid, la confianza del Málaga era
frágil. Nos confirmó, por si nos faltaban pruebas, que Sergio Ramos es la mejor
noticia que ha recibido el madridismo esta temporada y será difícil que reciba
una mejor, toco madera. El muchacho, con sólo 19 años, tiene el aire de los
jugadores que han hecho historia en el Bernabéu. Exhibe coraje y no le falta
calidad, cuestión que resulta más evidente cuando juega de mediocampista. Quizá
le falte todavía algo de jerarquía, capacidad de mando, pero tiene un inmenso
margen de mejora. Y gol. En los últimos años el Madrid se había acostumbrado a
desperdiciar sistemáticamente los saques de esquina y lanzamientos de falta.
Ahora los mete. En gran parte, el equipo vive de eso. Y Ramos es un especialista.
Cuatro minutos después del tanto de Sergio Ramos, Robinho acabó con la intriga
del partido, que duró media hora. Cuando menos se le esperaba, porque había
fallado mucho, el muchacho controló un balón y se fue directo a la portería de
Arnau. Le salió al paso Fernando Sanz y lo burló con un dribling tan rápido y
tan preciso que no necesitó de aspaviento alguno. Como el balón salió botando
del regate y los balones que botan invitan, el chico decidió zanjar la jugada
con un zurdazo inesperado que batió a Arnau y nos batió a todos, los que
dudábamos. Probablemente, la mejor acción del chaval desde que nos deslumbró
aquella tarde de verano en Cádiz. Culebrea, luego existe.
Robinho no hizo nada comparable durante el resto del partido, pero la gran
novedad es que al menos lo intentó y eso nos da argumentos para creer en su
definitiva recuperación. Hasta estuvo a punto de conseguir su segundo gol (y
rehabilitación psicológica total) en una incursión por la izquierda que taponó
Arnau en última instancia.
No diré, sin embargo, que mejora pegado a la banda derecha, donde le sitúa López
Caro, porque esa ubicación no es otra cosa que el remedio casero para disimular
que el equipo carece de extremos. En mi opinión, el peligro de Robinho es mayor
cuando arranca en la mitad del campo rival y plantea al defensa contrario la
triste alternativa de ser regateado o hacer falta. Y para eso no necesita banda,
sino libertad, descaro.
La esperanza
No es una casualidad que el Madrid consiguiera ayer la victoria gracias a un
chico de 19 años y otro de 21. Es una señal del camino a seguir, es la ruta de
la esperanza. En los tiempos de crisis se descubren otras voces y sobre
jugadores como Sergio Ramos y Robinho debe construir el Madrid un proyecto de
futuro en el que podría admitir un toque de exquisita veteranía como Ballack,
pero en el que no sé qué demonios pinta Roy Keane. Pero esa es otra historia.
Los dos goles, casi seguidos, derrumbaron al Málaga. Tal vez no en la actitud
general, que siguió siendo encomiable, pero sí mentalmente. Por mucho que se
corra y se salte, si no existe confianza, no hay nada. Y no había confianza. El
mejor ejemplo de esa entrega sin resultados es Salva, que se encaramó sobre
espaldas ajenas, rodó por el suelo y cabeceó cabezas hasta completar un curso de
marine. Pero sin éxito. Y cuando por fin coordinó un grácil movimiento, una
fabulosa chilena después de parar el balón con el pecho y controlarlo con la
cabeza, el balón se dirigió dócil a las manos de Casillas. Pese a tanta penuria,
mantengo que es mejor ariete de lo que algunos creen.
El resto del Málaga tampoco ofreció mucho. Después de la presión inicial que
atosigó al Madrid, especialmente a Ramos y a Guti, el equipo se difuminó, sin
profundidad, sin juego por las bandas y sin solidez en el centro del campo. Es
como si después de la contención, imagino que estudiada durante toda la semana,
ya no hubiera otro plan, o no llegaran las fuerzas para cumplirlo. El sistema se
resquebrajó con el primer gol en contra y sucumbió al segundo.
Excepción hecha de los goles, tampoco se puede afirmar que el juego del Madrid
haya evolucionado mucho. Sigue siendo lento y no podría ser de otra forma porque
la mayoría de los futbolistas lo son, asunto que tenía claro Luxemburgo y al que
no puso remedio en la pretemporada. Los grandes crímenes de los entrenadores se
gestan en verano.
Los años
Zidane es la muestra más clara de la cera que arde. Pone empeño, pero las más de
las veces es una rémora en los movimientos de ataque del equipo, pues se enreda
en pequeños desafíos personales y aislados, como salir de un regate o deshacerse
de quien le presiona, asuntos de los que no se beneficia el grupo y él muy poco.
A pesar de ser el peor del Madrid, López Caro no lo sustituyó, y tal vez sea eso
lo que necesite, un descanso, una reflexión.
De Guti, asumido su talento, lo mejor que se puede señalar es que renunció a la
brillantez personal para dedicarse a labores de fontanería, robo de balones y
asistencia para sacar la pelota jugada. De Ronaldo no se puede decir mucho
porque no dejó más que una pincelada, un cambio de ritmo que le dejó solo ante
Arnau, pero falló en el remate. Lo demás fue estrellarse contra los defensas,
excesivamente individual, al igual que Zidane, obsesionado por sacar adelante
retos personales.
Durante la segunda parte, el Madrid se fue echando atrás, seguro de su triunfo,
lo que aprovechó el Málaga para conquistar terreno. Es extraña la falta de
voracidad de los grandes equipos, del Madrid en concreto. Ayer pudo buscar una
goleada que le hubiera dado tranquilidad y confianza y se conformó con los tres
puntos. Ignoro si es comodidad, sindicalismo o piedad.
La salida al campo de Paco Esteban reactivó al Málaga, pues el canterano
propició un par de buenas ocasiones. La entrada de Morales también provocó algún
susto a la zaga madridista. Pero hacía rato que ya no había partido.
Se pueden sacar pocas conclusiones de lo visto, porque Málaga y Madrid son
rivales de mundos distintos. Si acaso seguir investigando esas huellas
dactilares, a ver si hay más. |