En el minuto 28 de la segunda parte comenzaron a
levantarse de sus asientos los primeros socios. Ubicados en la zona más cercana
al palco, antes de marcharse, sacaron su pañuelo y lo ondearon dirigiéndose a
Florentino Pérez: "Hay que echarlos a todos". El resultado de 1-0 no estaba
sirviendo para apagar la crispación que la grada arrastra desde la derrota ante
el Barcelona. Lejos de ser así, fue en aumento con el paso de los minutos al
mismo ritmo de vértigo con el que el Bernabéu se vació. Tanto, que al final del
encuentro ya no quedaban casi bocas para pitar al técnico y a los jugadores.
La victoria dolió más que una derrota. Las miradas entre Florentino, Sacchi y
Butragueño en el palco, durante el partido, se tradujeron en una búsqueda de
soluciones al terminar el calvario. "Hay que echarlos a todos". Fue el grito del
Bernabéu. Y cuando esto sucede, en el mundo del fútbol, se suele recurrir al
siguiente axioma: ¿Qué es más fácil, echar a uno o a 22? Hasta el presidente del
Getafe, Ángel Torres, fue testigo directo de lo que estaba sucediendo. Luxa
podría tener las horas contadas.
El cambio de técnico se barajó, tras el partido, en una reunión improvisada de
directivos, una idea que, como la crispación del público, viene arrastrándose
desde la derrota ante el Barça: a falta de un candidato de garantías o de
alguien que acepte quemarse lo que queda de temporada, López Caro, técnico del
filial, podía ser la solución. Florentino bajó al vestuario tras el partido con
esa idea en la cabeza, aunque hoy se decidirá el futuro de Luxa. Había un
pretexto para ver las caras de los futbolistas, el homenaje que se le tributó en
la intimidad a Guti, capitán de facto sobre el campo al que se le regaló un
brazalete, un reloj y una camiseta sudada con la firma de los galácticos y de
los que no lo son tanto, en una escena para conmemorar su década de blanco que
rozó lo dantesco: ¿Por qué no se le dio la oportunidad de ser aplaudido por el
Bernabéu, antes de que diera comienzo el encuentro, como sucedió con Raúl? No
era momento para celebraciones...
El presidente se encontró un vestuario al límite de sus fuerzas. Faltaron
Robinho y Becks, que salieron escupidos del Bernabéu, como escupidos salieron
del campo. El inglés parece estar en el epicentro de todos sus terremotos. Como
el que vivió García Remón cuando lo sentó. Ayer, después de ser corregido por
Luxa sobre el campo, Becks contestó al técnico con aspavientos nerviosos, como
queriendo decir: "¿Qué quiere que haga, si no puedo hacer más?". Al inglés le
fue aumentando el nerviosismo hasta que fue expulsado cinco minutos después.
Breve conversación. La conversación entre el dirigente y los futbolistas en el
vestuario fue breve. Una puesta en común que no dejó nada en claro. Eso es
precisamente lo que preocupa. Nadie sabe lo que pasa. Nadie acierta a señalar
cuál es el problema.
Luego, entre bastidores, los protagonistas prefieren dar su versión en el
anonimato. "El Madrid no puede jugar a defenderse porque no sabe hacerlo". "La
hierba no está ayudando nada; está seca". "Beckham no tiene la culpa".... Y sólo
una voz en público bien alta, la de Ronie: "No sé lo que la gente quiere de Luxa.
A mí también me pitan a pesar de marcar". Roberto Carlos, fiel a la zona mixta,
no quiso pronunciarse. Quizá no quería desbarrar como Ronie. De momento, Luxa
parece no tener otro apoyo que el de su entorno brasileño. "Sé que el Bernabéu
no está contento. Algún día volverá el buen fútbol". Luxa dixit. ¿Tendrá tiempo
de arreglarlo? |