En la resaca del Trofeo Bernabéu no se
habla de los cinco goles que consiguió el Madrid ni de la inspiración de
Ronaldo ni de la resurrección de Woodgate, ni siquiera del actor que se
coló en la foto. Se habla del pinganillo de Raúl. Esa es la primera
consecuencia del invento: ha devorado el partido.
Con el foco centrado en lo accesorio, los comentarios sobre el
pinganillo han sido mayoritariamente críticos. Los puristas lo
consideran una extravagancia y hasta las mentes más abiertas dudan de su
utilidad y apuestan por el desquiciamiento del futbolista-receptor. Los
peor intencionados sugieren que portar el pinganillo es la única forma
de reforzar la amenazada titularidad del capitán Raúl.
A pesar de todo, Luxemburgo considera que "no hay que cambiar el fútbol
en reglas, sino en tecnología" y por ello es firme partidario de su uso
para preparar los encuentros. Si la pasada temporada utilizó un walkie
para comunicarse con el segundo entrenador, situado en la parte alta del
estadio, el siguiente paso no podía ser otro que utilizar esa
información para corregir el movimiento de sus jugadores en vivo y en
directo. Así lo hizo en Brasil hasta que la Confederación brasileña se
lo prohibió.
La ley.
Pero Luxa insiste y se escuda en que la FIFA no ha legislado en contra.
Y lo cierto es que la norma no contempla el caso. Según informa Efe, el
artículo 4 de las Reglas del Juego, revisadas el pasado febrero por la
International Board, dice: "Los jugadores no utilizarán ningún
equipamiento ni llevarán ningún objeto que sea peligroso para ellos
mismos o para los demás (incluido cualquier tipo de joyas)". ¿Puede
causar el pinganillo algún daño físico además del indudable perjuicio
mental? No se sabe.
La Federación Internacional aclara en su circular 750 de la FIFA, de
10-4-2001, que "se deja al libre albedrío del árbitro la decisión final
sobre la seguridad del equipamiento de los jugadores; la International
Board espera que tengan muy en cuenta la nueva tecnología y las nuevas
normas de seguridad del diseño de gafas...". La UEFA no hace mención al
asunto.
En España, la Liga de Fútbol Profesional repite el texto de la FIFA en
el artículo IV, aunque, como novedad, añade una lista de objetos que
considera peligrosos: "Pendientes, anillos y piercings (no pierden su
peligrosidad por vendarlos); escayolas y férulas que no estén
debidamente acolchadas...". Pero ni rastro de los pinganillos.
Curiosamente, la LFP, en su web, dispone de un apartado de dudas y
preguntas. Una de las cuestiones que se plantean es si está permitida la
comunicación por radio entre los jugadores y el equipo técnico. La
respuesta es un "no", sin mayores explicaciones.
Que el pinganillo vive de la indefinición jurídica lo demuestra el hecho
de que en enero de 2004, el portero del Genk, el belga Jam Moons, jugó
un partido de Liga con un sistema similar. El presidente de la
Federación Belga indicó que nada en el Reglamento impedía su uso. El
guardameta se quejó de que los móviles del público provocaban
interferencias.
Como se ve, el pinganillo no siempre funciona. Se ha comprobado en el
Fútbol Americano, fuente de inspiración de los innovadores. Cuando la
afición local descubre que el técnico visitante da órdenes por radio
comienza a vociferar. Algunos equipos han dejado de utilizar el sistema
por ese motivo. Y no sería extraño que el ejemplo cundiera en las
aficiones futbolísticas.
La pelota (o el pinganillo) está ahora en el tejado de la Federación y
la LFP, que deberán pronunciarse sobre la legalidad o no del Luxófono. |