Para homenajear al mejor presidente de la
historia del Real Madrid, Luis de Carlos organizó un torneo fabuloso que
por el rango de los invitados se asemejaba a unas semifinales de Copa de
Europa y que ofrecía como premio un trofeo gigantesco que amenazaba con
aplastar a quienes osaran levantarlo si eran menos de seis. Así lo
recuerdo yo, pasando por alto en lo que se ha convertido después, un
compromiso incómodo que nunca llega en buen momento y para el que
cualquier adversario vale, ya sea fiero enemigo o primo de América. Como
me resisto a asistir a su desaparición (ver Torneo de Navidad de
baloncesto), reclamo atención para el partido y apelo al orgullo de todo
el que pasa por mi lado.
El encuentro es importante, aunque para creerlo se necesite cierta
concentración. El Madrid se presenta en su estadio y lo hace envuelto en
no pocas dudas, sin carburar del todo. Pese a lo exótico del
contrincante, una victoria más o menos rumbosa daría crédito y serviría
de advertencia a los rivales que se frotan las manos. De intimidación
también se vive. No ganar sería, en cambio, un preocupante síntoma de
debilidad.
Rodaje. Luxemburgo se tapa y advierte que todavía no se verá a su Madrid,
a lo que me permito replicar que ya era hora y lugar, después de una
generosa pretemporada. Lo más probable es que Diego López releve en la
portería a Casillas, que será sometido una prueba física antes del
encuentro. El resto del equipo será el de gala, a la espera de Robinho,
y con especial atención a Baptista y su polémica ubicación en la
izquierda, donde volverá a jugar aunque el entrenador admite que no es
un futbolista de banda. Luxa ensayó ayer los movimientos de ataque por
las alas con Salgado y Roberto Carlos, que deberían negociar primas por
kilómetro recorrido.
La grandes intrigas del partido giran en torno a Woodgate. La primera es
conocer si jugará algunos minutos, la segunda es saber si resistirá el
recto anterior de su pierna zurda y la tercera es descubrir cómo juega
La selección MLS (Major League Soccer) aterrizó ayer en diferentes
turnos y algunos de sus jugadores visitaron el Museo del Prado y no el
Museo del Jamón, lo que les honra. No es frecuente ver a un futbolista
en una pinacoteca. Es hasta insólito. Después de detenerse un buen rato
ante Las Meninas, los americanos dieron una vuelta por la ciudad en uno
de esos autobuses descapotables que sólo se cogen en tierra extraña. Las
malas lenguas aseguran que han venido de turismo.
Si no fuera por Djorkaeff y Donovan, se podría decir que lo más lustroso
de la selección MLS está en el banquillo. Steve Nicol, ex del mítico
Liverpool de los 80, es el técnico, ayudado por el escocés Johnston, un
futbolista que provocó un verdadero altercado religioso cuando abandonó
los Rangers (protestantes) por el Celtic (católicos). Ellos recordarán
aquel trofeo que amenazaba con aplastarte. |