Si el Madrid jugó así para disimular y que
el Barcelona se confíe, bien, muy bien. Si fue un truco, vale. Pero si
lo visto ayer es todo lo que puede ofrecer en estos momentos el asunto
es grave, mucho. Porque una pretemporada y varios fichajes después, el
Madrid, a falta de Robinho, es exactamente lo mismo que la pasada
campaña, un equipo lento, cansino, sin un ápice de entusiasmo, una
propuesta que sobrevive gracias al talento aislado de los jugadores
habituales, Zidane, Ronaldo, Casillas.
No, el diagnóstico no es muy optimista. El Madrid que dice aspirar a
todos los títulos no consiguió controlar a un combinado húngaro de
circunstancias, incluso se vio zarandeado en algunos momentos. Fue el
Madrid de tantos partidos fuera de casa ante rivales inferiores, el que
se escapa con la soga al cuello, cuando se escapa.
Y en el fondo es lógico. No han cambiado suficientes cosas como para que
se detecte un cambio. De los fichajes que ya han llegado, sólo Baptista
promete dar solidez al centro del campo (los uruguayos son totalmente
insustanciales), pero para ello será necesario que el brasileño juegue
en el centro del campo y no escorado a la banda izquierda, el flanco
donde se exilia a los buenos jugadores a los que no se encuentra sitio.
Es increíble que el entrenador desprecie de tal manera las alas, es
asombroso que le sobren. Sin alas no hay vuelo y el águila es un pollo.
Insistir en que sean los laterales los que aprovechen las bandas es un
empeño inútil porque Roberto Carlos tiene 32 años y porque las virtudes
de Salgado son más defensivas que ofensivas. Sin juego por los extremos
Baptista no tiene llegada y Ronaldo y Raúl resultan desaprovechados. Por
no hablar del atasco que se produce en la medular.
Esa idea tan de Luxemburgo del fútbol total, en el que cualquier jugador
puede ocupar la banda y poner un buen centro es tan romántica como
irrealizable, al menos con la plantilla actual y me atrevería a decir
que con el 99% de las plantillas del mundo.
No, no es para ser muy optimista. Después de los que nos costó liberar a
Zidane de la banda izquierda para que recuperara su espacio natural en
la media punta, nos encontramos con que Zidane juega de centrocampista
organizador acompañado, a veces, por Raúl. ¿Por qué? Pues imagino que
porque nadie es capaz de hacerlo. Ni Beckham, ni Gravesen, ni Baptista,
al que ya digo que han apartado del timón. Si, como parece, no se piensa
en contar con Guti (una pena, por cierto), el Madrid necesita a ese
futbolista capaz de liderar el centro del campo. Y liderar no es
repartir leña, sino pensar y ordenar, dirigir. Sin ese señor, los que
por allí circulan son aplicados escuderos sin caballero andante.
No hay excusas
Se podrá argumentar que se trataba de un partido amistoso que no exigía
ni la concentración mental ni la entrega física de la verdadera
competición, cierto, pero debería darse cuenta el Madrid institución de
que con cada actuación así se desenganchan 100.000 chinos de esos que
sólo son fieles al fulgor de las estrellas. Y sin fulgor, no hay chinos.
Mientras el Barcelona es un equipo que sonríe, en el fallo y en el gol,
el Madrid es un equipo sufriente, excesivamente serio. En ese aspecto es
fundamental la llegada de Robinho, su alegría.
A los quince minutos, Michel Salgado fue víctima de un penalti clarísimo,
zancadilla indiscutible. Zidane, que fue pitado porque la grada no vio
clara la falta, disparó fuera, alto. "Le dio al fantasma", murmuraron
las lenguas incrédulas, las que no creen en los visitantes nocturnos y
en las fuerzas del más allá. Casi a continuación, Ronaldo fue agarrado
cuando se disponía a aprovechar el rechace del portero, que se había
lucido. Zidane no lo falló esta vez. El resultado no era injusto, pues,
hasta ese momento, el Madrid era ligeramente superior.
Pero, según pasaron los minutos lo poco que se veía se dejó de ver. Los
húngaros se crecieron y el árbitro con ellos. Un empujón absurdo de
Salgado fuera del área lo metió dentro y señaló penalti. Un tal Kenesei
la pegó como si tuviera algo contra Casillas y logró el empate.
Quiero creer que si en la reanudación Luxemburgo no introdujo cambio
alguno fue como escarmiento al juego tan pobre de sus futbolistas. O tal
vez es que vio peligrar la victoria. Si era así estaba en lo cierto,
porque peligró.
Cuando Casillas ya había comenzado a mostrarnos sus fantásticas
condiciones, un gran pase de Zidane a Ronaldo sentenció el choque. Fue
uno de esos envíos que coinciden con el desmarque de Ronie y que huelen
a gol desde el mismo instante en que el brasileño controla la pelota. No
hay futbolista con tanta seguridad a la hora de encarar al portero.
Luxemburgo entendió por fin que el triunfo era seguro y se decidió a
hacer cambios. Si no hubo mucho que destacar en los relevados (sólo la
insistencia de Zidane y el acierto de Ronaldo), tampoco se puede decir
demasiado de sus sustitutos, a excepción, claro, de Owen, la historia se
repite.
En su única intervención reseñable, Baptista se internó por el carril
del 10, atropelló a un rival que no cayó en la cuenta de que cargaba
contra una Bestia y, ya con el balón controlado y el húngaro
desvencijado, envió un centro que era medio gol. La otra mitad la puso
Owen, que es un asesino que mata clavando alfileres. Si el inglés se va
del Madrid lo hará habiendo mostrado un rendimiento muy superior al de
algunos que se quedan. No lo entenderá y no vendrá nunca a veranear a
España.
El resultado final ponía un velo sobre un juego absolutamente
decepcionante y servirá para no deprimir en exceso a los madridistas que
no lo vieron y a los que sin verlo piensan que Trueba es un cenizo
alarmista. Pero los húngaros que lo presenciaron estarán pensando a
estas alturas que su combinado Ferenc Puskas está, con algunos retoques,
para luchar por la Copa del Mundo. Pobres.
Si no he nombrado hasta casi al final a Puskas es porque yo sí creo en
los visitantes nocturnos (siempre masculinos) que te reprenden por las
malas acciones. Si algo aportó deportivamente el homenaje es la
confirmación de que no ha nacido nadie como él, en esto hemos de fiarnos
por completo de nuestros mayores.
Conclusión
Por las fechas en las que nos encontramos hay que conceder al Madrid y a
Luxemburgo el beneficio de la duda, pero es indudable que le queda
muchísimo camino por recorrer, táctica y físicamente. Habrá que esperar
al efecto Robinho, pero tampoco vendría mal plantearse alguna
incorporación más, en defensa y centro del campo. Incorporaciones
ilustres a ser posible. Es fundamental cambiar la cara del equipo,
renovarlo. Y para eso no bastan los buenos discursos ni la motivación
personal, por muy persuasiva que sea. De otro modo es muy probable que
volvamos a ver la película del año pasado. Y ya sabemos todos como acaba.
Zidane tirará los penaltis
Con Figo en el Inter, será Zidane el primer encargado de lanzar los
penaltis a partir de ahora. Ayer quedó claro y el francés lanzó por dos
veces, a pesar de haber fallado en la primera ocasión. Zizou también
asumió ayer el liderazgo del que hacía gala el futbolista portugués.
Di stéfano en el palco
Alfredo Di Stéfano, en la imagen junto a Antonio Ruiz, fue la presencia
más ilustre en el palco del Ferenc Puskas Stadion. Emilio Butragueño fue
el máximo representante del club blanco en la capital de Hungría.
El dandy - Casillas
Hizo gala de sus milagros habituales y salvó al Madrid cuando el
encuentro se le había puesto más cuesta arriba. Sigue siendo un seguro
para el equipo.
El duro - Gravesen
Vio muy pronto la primera tarjeta y el árbitro le perdonó la segunda. Es
disciplinado, pero en ocasiones se emplea con excesiva dureza. Y más en
un amistoso.
¡Vaya día! - Merk
No tuvo su día el árbitro, que se complicó él solo la vida. Había que
echarle mucha imaginación para meter dentro del área el empujón de
Salgado.
El crack - Ronaldo
Es la efectividad en persona. A pesar de estar desasistido la mayor
parte del encuentro aprovechó su primera gran ocasión y acabó con la
incertidum |