Así es la vida: el
Emperador Adriano por fin tiene en su palmarés un título de clubes, tras
el 1-0 en el Inter-Roma de ayer que le da la cuarta Coppa Italia al
conjunto nerazzurro, pero él no estaba para celebrarlo. El delantero
brasileño jugó el partido de ida el pasado domingo marcando además los
dos goles de su equipo, pero ayer tuvo que limitarse a ver por la tele
desde su habitación del hotel Reinassance de Leipzig cómo sus compañeros
levantaban el trofeo, celebraban el éxito con su público y luego,
suponemos, se iban de fiesta hasta las tantas.
Y ya es mala pata la de Adriano. Convocado para la Copa Confederaciones,
Parreira le liberó para el choque del domingo, pero para el de ayer le
volvió a llamar a filas. Yo que el seleccionador brasileño revisaría hoy
su minibar: algo tiene que faltar, seguro.
Respecto al choque de ayer hay muy poco que contar. Roberto Mancini no
se fiaba en la víspera del 0-2 de la ida ("recordad Estambul", decía)
pero fue un exceso: el Roma de esta temporada ha sido un alma en pena y
ayer no iba a ser una excepción. Con el Avioncito Montella de suplente
con las turbinas maltrechas (salió tras el descanso antes de volver a
ser sustituido), los de Conti apenas tuvieron mordiente en ataque, Totti
pensando en su boda del sábado y Cassano deshojando la margarita de su
futuro.
El Inter, la verdad, tampoco opuso demasiado fútbol y sí mala leche, la
de Stankovic y Mihajlovic, que debieron perder algunos incisivos en las
pantorrillas de los rivales. La primera mitad fue soporífera y los
porteros pasaron completamente inadvertidos. Y de la segunda sólo merece
recordar el gol de Mihajlovic desde 30 metros, error de Curci incluido. |