Primer apunte. Un derby
no necesita que los puntos en disputa sean trascendentes ni tampoco
precisa títulos en juego. Tal vez eso influya en cualquier otro partido,
pero no en un derby, pues el derby es por definición un encuentro
aislado del mundo, sin conexión con lo que ocurre en el torneo más
próximo, un desafío que elige cada cierto tiempo y hasta el próximo
enfrentamiento al mejor equipo de la ciudad, así de injusto y así de
apasionante. Por lo tanto, ni choque descafeinado ni partido de la
consolación: derby.
Otra de las características del derby es que el equipo que llega en
situación de aparente desventaja se iguala a su adversario e incluso
estaría por decir que lo supera en motivación psicológica, en ansia por
justificarse. Es la razón por la que creo que el Atlético equilibra el
pronóstico esta noche. Su desplome es una anécdota y su crisis general
un acicate (ocho partidos sin ganar). Se añade además el hecho de que
Torres, en actual sequía goleadora, nunca ha marcado un gol al Real
Madrid en competición oficial y no deberíamos olvidar tampoco lo que
sucedió en la primera vuelta: exhibición rojiblanca y victoria
madridista. Si a todo eso sumamos la particular psique del Atlético,
previsible a fuerza de no serlo nunca, el partido que resulta es una
indudable amenaza para el Madrid.
De la alineación del Atlético lo que más llama la atención, como siempre
que ocurre, es la titularidad de Richard Núñez, un muchacho al que da la
impresión de que le han dado la oportunidad de jugar en Primera tras
reunir un determinado número de tapas de yogures. Sólo así se entiende
su fichaje y su concurso. Si tiene algún encanto oculto, más allá de un
hábil e influyente representante (Casal), seremos los primeros en
constatarlo. Del resto, destaca el Niño Torres, Ibagaza (genial, aunque
le viene el club algo grande, creo), Colsa, Antonio López, Pablo, Perea
y Leo Franco. Demasiados buenos futbolistas para el lamentable papel
realizado. Lo que nos lleva irremediablemente a Ferrando, responsable
principal de la decepción, el hombre del disgusto permanente. Por cierto,
ningún futbolista rojiblanco quiso hablar ayer tras el vergonzoso
incidente de los ultras del jueves, actitud que perjudica la imagen del
club y deja pasar la oportunidad de hacer un llamamiento a la normalidad.
Respecto al Madrid, Zidane, que era duda por una artritis en un tobillo,
jugará. La única novedad en relación al equipo que empató en Sevilla es
la entrada de Pavón por Helguera (expulsado en el Pizjuán). En contra
del ambiente que sufre su contrincante, los madridistas respiran
tranquilidad y cierta pachorra: entrenamientos repletos de corros de la
patata, risas y ese científico divertimento que tanto irrita a algunos
aficionados que desconocen los nuevos métodos de preparación física. El
único punto de tensión lo mantiene en su discurso el comandante Luxa,
que a motivador no le gana nadie.
El partido, que se abrirá con un generoso homenaje organizado por el
club a Fernando Hierro (ex capitán y ex demandante), servirá también de
despedida en el Bernabéu para César y, problamente, para Figo, quién
sabe si también para Owen y alguno más que se nos escapa. Como casi
siempre, la mayor parte de miradas estarán puestas en Ronaldo, decidido
a arrebatarle el pichichi a Etoo (cuatro goles por delante), con el que
mantiene un delicioso pique que ha trascendido los terrenos de juego.
Apetece seguir a Ronie cuando pretende callar bocas. El empeño de
Ronaldo basta para espolear a todo el Madrid. Y el contraste con el
magnífico Torres es suficiente para otorgar al partido de esta noche el
máximo rango posible: derby. |