Sin apenas carrerilla y con un toque frágil,
Fernando Baiano (Sao Paulo, 1979) le sacó los colores al portero croata
Pletikosa con un penalti que asombró al fútbol mundial. Dos segundos
tardó la pelota en traspasar la línea de gol, un mundo para una acción
que suele durar décimas. En ese espacio de tiempo, Pletikosa tuvo margen
para tirarse dos veces. Engañado, primero lo hizo al lado contrario de
la trayectoria del balón y luego, apreciando la parsimonia con la que
iba rodando, se levantó y se estiró de nuevo; no llegó.
Ese día, Baiano rompió con la ortodoxia en los lanzamientos de penalti,
como hizo Panenka picando el balón ante Maier, y Cruyff dándole un pase
a Jesper Olsen en vez de chutar directamente a puerta.
Seis años después de aquellos octavos de final del Mundial Sub-20 de
Nigeria, Fernando Baiano vuelve a asomar la cabeza. Por entonces estaba
señalado para ocupar un lugar privilegiado en el fútbol brasileño.
Aquella misma selección estaba integrada por Ronaldinho, Mancini (Roma),
Edú (Betis), Fabio Aurelio (Valencia), Juan (Leverkusen), Ferrugem (Ajaccio),
Matuzalem (Shaktar)... Esa camada acudió a Nigeria nominada por los
medios brasileños como la mejor selección juvenil que Brasil había
logrado reunir en mucho tiempo. Y Fernando Baiano, junto a Ronaldinho,
era la estrella. El fracaso, fueron eliminados por Uruguay en cuartos de
final, marcó a esa generación. La prensa brasileña se cebó con ellos y a
muchos, entre ellos Baiano, les costó asimilar el golpe.
Descubierto por Vanderlei Luxemburgo en las categorías inferiores del
Corinthians, Fernando Baiano no cumplió con las expectativas creadas.
Permaneció tres temporadas más en el club, pero sus cifras fueron muy
discretas: ocho goles en 23 partidos. Tampoco su paso por el
Internacional de Portoalegre y el Flamengo le sirvieron para recuperar
el crédito. Fue con su cesión al Wolfsburgo alemán cuando se volvió a
hablar de ese delantero potente que se autodefine como "un trabajador
del fútbol", y que considera a Ronaldo el mejor nueve del mundo "con
barriga o sin ella".
Su llegada a Málaga se la ha tomado como una oportunidad para recuperar
definitivamente su nombre y su prestigio. Lleva tres goles y Antonio
Tapia le ve, por trabajo y remate, como el nueve ideal para asegurar la
permanencia. De ello dependerá que el club blanquiazul haga uso de la
opción de compra que tiene sobre él. A la espera de la llegada de su
madre, "que es mi verdadera novia", dice ser feliz en la ciudad. Aunque
eche de menos la cocina maternal. |