Cualquiera parece pálido al lado de
Vanderlei Luxemburgo, empecemos por ahí. Ya sea por su media vida al
aire libre o por el mestizaje brasileño lo cierto es que su piel tiene
un aspecto envidiable. Admitámoslo, todo él tiene un aspecto envidiable:
es delgado y pulcro, tanto en su modo de vestir (natural, no escayolado),
como en su manera de comportarse, ni una estridencia, el modelo perfecto
para anunciar la nueva fragancia del hombre maduro, Vander. Luxemburgo
tiene 52 años y una nieta. Nadie lo diría, lo dice él.
Esa es la primera impresión. La segunda y la tercera son igualmente
positivas. El entrenador del Real Madrid advierte con una sonrisa de que
se le puede preguntar cualquier cosa, pero que se reserva el derecho de
contestarla. No distingue entre el on y off, esa posición del botón de
la grabadora que distingue lo políticamente correcto de lo inadecuado e
impublicable. "Todo es on". Sorprende el atrevimiento. No es frecuente
que un personaje del mundo del fútbol sepa ser locuaz y medir al mismo
tiempo sus palabras.
Luxemburgo visitó AS después de viajar a Turín para ver en directo a la
Juventus, el rival del Real Madrid en octavos de final de la Champions
(22 de febrero y 9 de marzo). La Juve perdió ante la Sampdoria, pero el
entrenador da poco crédito a la derrota. "Partidos como los que jugarán
Juventus y Real Madrid son diferentes e importa más la tradición y la
historia de los clubes que el momento concreto que viven los equipos. La
Juve que nos encontraremos no tendrá nada que ver con el equipo que he
visto perder en su estadio. No olviden que en este último partido no
jugó Nedved, que está lesionado... ¿Que si estará recuperado para jugar
en el Bernabéu? Tengo la certeza de que será así".
Luxemburgo, que comparte los elogios que se deslizan en la conversación
hacia Ibrahimovic, el delantero sueco de la Juve, ya tiene la
eliminatoria en la cabeza. "Hablamos de la importancia de ganar a la
Juve en el Bernabéu, o de no encajar ningún gol. Pero debemos pensar en
ganar los dos partidos, no uno solo. Si empatamos o perdemos en casa
tenemos que estar preparados para vencer en Turín. Fuera de casa es
donde se ganan los títulos y los campeonatos. Y así lo hizo el año
pasado el Oporto, al que dieron por muerto ante el Manchester y luego
fue capaz de vencer en Old Trafford".
La discreción de Luxemburgo le impide extenderse más en la Juve, porque
siente que le debe un respeto al partido más inmediato, mañana contra el
Espanyol. En ese encuentro se reabrirá la polémica sobre la titularidad
de Guti. En una encuesta de as.com los aficionados reclaman en un 86% la
presencia del canterano en el once inicial y en un 63% señalan a Raúl
como el jugador que debería dejarle sitio. "Si Raúl marca dos goles,
vuelvan a hacer la encuesta y verán los resultados, seguro que nadie
querrá prescindir de Raúl. El fútbol cambia mucho en 90 minutos".
Gravesen es otra de las piezas que componen su puzzle. Hay quien le
reprocha que el danés apenas pasa del centro campo y su juego se limita
al robo y al desplazamiento en corto. "Un equipo es como una orquesta y
no todos pueden ser violinistas. Es necesario el equilibrio. Gravesen ha
comprendido muy bien cuál es su papel y quiero destacar todos los
esfuerzos que hace por integrarse y por aprender español lo antes
posible, hasta el punto de que ya se obliga a hablar con sus compañeros
en castellano".
Es raro que Luxemburgo se centre en nombres propios. Por eso también
llama la atención su referencia a Ronaldo: "Ronie tiene una historia en
el fútbol muy bonita que lo puede ser aún más. Fue campeón del mundo en
el 94, finalista en el 98 y campeón otra vez en 2002. Y el año que viene
podría lograr su tercera Copa del Mundo, tres de cuatro, más que Pelé (campeón
en 1958, 60 y 70, pero sin ningún subcampeonato). Quiero que Ronie esté
muy ilusionado y le he planteado un objetivo personal: ser el más grande
de la historia. He hablado con él de eso. Es un buen chico, un gran
chaval... hay que saber tratarle, unas veces con mano izquierda y otras
con mano derecha...".
Y que nadie piense que Luxemburgo nombra a Pelé en vano. "Fue el mejor.
Jugué contra él y pude comprobarlo. Era superior al resto. Aportaba,
además de una técnica increíble, una magnífica condición física que no
existía entonces. Coincidimos cuando él estaba al final de su carrera y
yo empezando, sobre el año 73. Maradona fue un genio, pero era otra cosa.
A Di Stéfano no tuve la oportunidad de verle jugar".
El técnico, que asegura que la filosofía de Zidanes y Pavones, "es sólo
eso, una filosofía", no considera que entrar en la treintena sea un
lastre para un buen futbolista. "Fíjense en Paolo Maldini, en la élite
con 35 años y campeón de Europa hace dos temporadas. Si el jugador se
cuida no debe tener ningún problema".
No obstante, acepta que con la edad algunos futbolistas pueden ir
cambiado de posición para mejorar su rendimiento. Un ejemplo: "Cuando el
colombiano Freddy Rincón llegó al Corinthians era media punta y conmigo
acabó jugando como pivote".
Luxemburgo no lanza falsas expectativas sobre la Liga, aunque reconoce
que la victoria frente a la Real Sociedad en aquellos famosos seis
minutos fue "fundamental" para cambiar el ritmo del equipo. "El Madrid
está por detrás en el campeonato y lo único que tiene que hacer cada
jornada es ganar y esperar. Yo prefiero no hablar del Barcelona, como
hace todo el mundo. ¿Para qué despertar al enemigo?".
"Me dicen que tuvimos suerte en esos minutos contra la Real y en el
partido contra el Atlético. Dicen también que yo soy un hombre
afortunado. Y no estoy de acuerdo. Con suerte se puede ganar una Liga,
pero yo he ganado cinco en Brasil y una de Segunda División. También
estoy entre los cuatro o cinco entrenadores con mejores resultados con
la selección de Brasil. Y todo eso no se consigue sólo con suerte".
"No he venido aquí por la plata, sino para demostrar la valía de los
profesionales brasileños del fútbol, más allá de los jugadores".
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Imposible conversar con Vanderlei Luxemburgo sin hablar de Robinho, el
crack que se incorporará al Madrid el próximo verano y con quien
coincidió como entrenador en el Santos. Luxe, tan prudente, no valora la
llegada inminente del futbolista, pero admite su enorme calidad. "¿Que
si es tan bueno como dicen? Sí, lo es. Es difícil decir si se asustará
en Europa, eso es muy personal. Hay jugadores muy extravertidos que se
retraen en el campo y ocurre al contrario con otros muy tímidos. Pero
creo que Robinho no tendrá problemas aquí... o en Italia o en cualquier
país...".
Y lo explica: "Cuando el Santos se jugó la Liga en un Morumbí repleto,
Robinho, rodeado de otros jugadores más veteranos, fue quien decidió
tomar la responsabilidad: controló el balón, se plantó en la portería
contraria y marcó gol. No le pasó lo mismo a Bebeto cuando el Depor en
1994 se jugó el campeonato ante el Valencia. Él no quiso tirar aquel
penalti que les daba el primer título a pesar de ser el lanzador
habitual. Y lo fallaron. Recuerdo que lo vi por televisión".
El hecho de que Brasil sea una fábrica inagotable de talentos tiene un
razonamiento muy claro para Luxemburgo: "El primer regalo que se le hace
a un niño brasileño es un balón de fútbol. Si hay plata es un balón
bueno y si no la hay es uno malo. Pero siempre un balón. Es la diversión
más barata". "O quizá también influya el Cristo del Corcovado", bromea:
"Dios tocó con sus manos a nuestro país para que tuviéramos los mejores
futbolistas".
Luxemburgo, que ha entrenado a las más rutilantes estrellas brasileñas
de los últimos tiempos (de Rivaldo a Romario pasando por Ronie y
Ronaldinho), recita la alineación de su Palmeiras (flamante campeón en
1994) como canta Caetano Veloso, con esa cadencia de Bossa Nova. En ese
equipo coincidieron Roberto Carlos, Cafú, Rivaldo, Mazinho, Zinho,
Flavio, Evair...
"Recuerdo que a Flavio Conceiçao lo compré por 30.000 dólares". Y
alguien le recuerda a su vez que años después lo fichó el Madrid por 24
millones de euros... No entra en eso. Su padre le enseñó que si tenemos
dos orejas, dos ojos y una boca es para escuchar y ver el doble y para
callar la mitad. "Si el fútbol brasileño de clubes no tiene más fuerza
es por una simple cuestión económica. Una entrada vale cinco dólares y
el salario mínimo mensual es de 100: no hay plata para ir al fútbol. Y
así no podemos competir con el mercado internacional. Argentina, por
ejemplo, vende mejor que nosotros".
Pero si algo llama la atención de Vanderlei Luxemburgo son sus opiniones
extradeportivas. "Aquí en España la gente vive feliz, es muy parecida a
la brasileña. En mi país el dinero no impide que mucha gente esté
contenta. Es común ver a alguien que se da un paseo en bicicleta porque
no tiene coche y se detiene en la playa. Allí le invitan a jugar al
voley y luego a uno de esos churrascos que se cocinan en la arena. Esa
persona pasan el día entre chicas bellas, juegan, comen y no se gasta ni
un real...".
"Con la llegada de Lula al gobierno están mejorando muchas cosas porque
la gente está tan esperanzada que también está poniendo más de su parte
para mejorar la situación".
Vanderlei Luxemburgo explica el origen de su apellido. "No es el de mi
abuela, el de mi familia de toda la vida (en Brasil y Portugal se adopta
como primer apellido el materno). Mi abuelo trabajaba en el ferrocarril
y era de izquierdas, marxista, por lo que fue perseguido y tuvo que
refugiarse en un pueblo cerca de Río de Janeiro. Como homenaje a la
luchadora izquierdista Rosa Luxemburgo le quiso poner ese nombre a mi
madre. Y ese el apellido que yo tengo ahora, en lugar del Da Silva
original. Mi madre tiene ahora 73 años, vive en Brasil, y se encuentra
perfectamente".
"Me siento muy feliz en España y no echo nada de menos. Quizá me sobre
el frío... El resto es muy parecido, la gente, la comida... Bueno aquí
no hay feijoadas (un plato típico elaborado con judías negras). Entiendo
la buena adaptación de gente como Rivaldo, Roberto Carlos y Ronaldo, que
antes o después han tenido problemas en el fútbol italiano".
El nuevo entrenador del Madrid, que reconoce que habló tres veces con
Lorenzo Sanz ("aunque nunca me propuso entrenar el equipo"), admite
también que ya ha estado observando La Cibeles "y ya me han explicado
que es donde se celebran los títulos... Ojalá pueda estar allí..".
Y para finalizar, una declaración de intenciones. "La prensa y los
deportistas debemos trocar (intercambiar) nuestras inteligencias.
Nosotros no podemos contarles todo, pero no podemos mentir, esa es la
única regla. Y ustedes son nuestros portavoces. Muhammad Ali (un cuadro
suyo preside la mesa) lo hizo así y marcó una época: todo lo que pensó
lo transmitió a través de los periodistas. No obstante, yo siempre digo
que la posición más cómoda en el deporte es la posición de comentarista...". |