El Bernabéu ofreció una impresionante
demostración de civismo en los ocho minutos que duró el desalojo del
estadio. Las gradas se fueron vaciando sin escenas de pánico, pero bajo
un sobrecogedor silencio y un responsable y rápido caminar de los
aficionados. Por megafonía se emitió un aviso para que los seguidores
fueran abandonando las gradas sin correr. La gran sorpresa al llegar
fuera del estadio era que, en mitad del desconcierto, los jugadores se
encontraban con las botas y pantalón corto en la rampa que conduce al
párking en la puerta 57 y estaban mezclados con el público. Sólo
tuvieron tiempo de coger algo de abrigo en el vestuario. En esos
instantes se vivieron algunos momentos de tensión ya que varios
aficionados empezaron a increpar a los futbolistas de la Real con gritos
en contra de los vascos y casi no había policías para protegerlos. Los
jugadores se refugiaron en la rampa para que el incidente no pasara a
mayores. Un cuarto de hora después la policía acordonó la calle Padre
Damián y sólo podían estar los equipos y los periodistas.
Desde el primer momento se supo que no se iba a reanudar el partido. Los
caras de los jugadores reflejaban angustia. Casi todos trataban de
ponerse en contacto con sus familiares, pero no era posible por teléfono.
Los blanquiazules esperaron en su autobús hasta que pudieran volver a
entrar al vestuario. Incluso alguno de ellos le consultó a los
madridistas si querían entrar para que no se enfriaran ya que tenían sus
coches particulares en el parking. Helguera, muy dolido, declaró: "Es
una vergüenza que se mezcle política y deporte. Ha sido raro ver al
cuarto árbitro en el campo".
A las 21:30, la policía permitió a los futbolistas entrar a por sus
pertenencias. Al salir, Amorrortu dijo que estaban "afectados" y que
habían decidido regresar a San Sebastián. |