Ronaldo esprinta tras recibir un pase de Beckham. Encara a
Sanzol, algo escorado, y ello le obliga a driblar hacia la línea de fondo,
vencido a la izquierda. En el esfuerzo por eludir al portero navarro, pero sin
recibir contacto alguno, se resiente de la lesión muscular sufrida en Santander.
Sanzol, sin olerse la tostada, le echa la bronca al bueno de Ronie porque un
jugador de Osasuna estaba tendido en el césped y no se había parado el juego. El
crack ni se había enterado. En realidad, tampoco estaba roto. Ronaldo sufrió un
vértigo, identificado por los médicos cada vez que en un esfuerzo el jugador
nota algo raro. De hecho, al ser atendido se tranquilizó rápidamente al percibir
que no existía rotura grave. Los doctores Hernández y Del Corral trabajaron su
poderosa musculatura y pronto los teléfonos rojos de la Casa Blanca (los de
Florentino y Valdano) recibieron este alentador mensaje: “No es nada grave. Si
el derby fuese la final de la Champions estaría seguro”.
La pequeña rotura fibrilar de grado 1 diagnosticada por los
galenos blancos desterró alarmismo alguno, por lo que no acabo de entender por
qué se hizo el cambio con tanta urgencia. Ronaldo quizá intuía que la del
domingo era un noche de cuchillos largos y no quiso correr más riesgos. Yo soy
fiel a su causa y creo que estaba dolorido, pero es bueno que sepa que en los
pasillos del Bernabéu se llegó a correr la voz de que había sido una lesión más
psicológica que física. Una frase que esta semana se ha puesto de moda para
explicar los fiascos de Mónaco y Osasuna. Si quieren, que le pregunten al
aficionado de corazón lo que es padecer una ‘lesión moral’...