Es ley natural que el talento supere al orden
y el saber a las ganas. Por eso, anoche el Milán ganó a un correcto Depor, que
le enredó durante 44 minutos. Un gol de Kaká desmelenó al equipo más italiano de
Brasil o al más brasileño de Italia. Ocho minutos fueron suficientes para
calibrar la distancia entre ambos equipos: el gol.El
encuentro empezó sin sorpresas. El Depor, con andar pesado y solvente, era un
equipo Diesel, y el Milán, con los acelerones típicos de quien funciona con
gasolina. Con el libreto bien aprendido, los de Irureta obligaban a Pirlo y a
Seedorf, mentes pensantes rossoneras, a recorrer muchos metros para tocar balón.
Desplegado como un acordeón, el Milán acumulaba pelotazos ante el equilibrio
deportivista. Andaban los de Ancelotti y Berlusconi, o viceversa, empecinados en
descifrar el laberinto diseñado por Jabo, cuando el Depor provocó un córner. Y
ocurre que en las barbacoas todo el mundo se acuerda de llevar cerveza, pero
nadie de traer agua. Capdevila apareció raudo, Luque se la sirvió en corto y el
lateral se tomó su tiempo y dibujó sosegadamente una rosca que Pandiani cabeceó
a la red. El Depor rentabilizaba un error de marca de un equipo diseñado para
atacar. El ‘Rifl e’ confi rmaba su fama de goleador globalizado (Atenas,
Eindhoven, Turín y Milán) en un marco incomparable.
El gol se clavó como una banderilla en el lomo del Milán, que,
rabioso, ganó diez metros y aculó al Depor en su área. Los italianos comenzaron
a sumar puntos y el balón se teñía de rojinegro. Luque y Sergio, fuera de sitio,
comenzaban a sufrir persiguiendo a Cafú y a Pancaro. Faltaban balón y oxígeno,
sobraban prisas. Mauro Silva asumió los galones y comenzó a administrar las
distancias y a gobernar el centro del campo con la inigualable ayuda de esa
sencillez cautivadora que destila el juego de Valerón. El Milán no desfallecía y
las ocasiones goteaban en la portería de Molina cuando Kaká, enorme llegador,
aprovechó un pase de Cafú para igualar la contienda. El tanto, a un minuto del
descanso, premió la fe local.
Aturdidos. El Depor saltó el
último al campo en la reanudación, tanto real como figuradamente, porque, a los
30 segundos, Shevchenko batía a Molina ante la pasividad generalizada de sus
compañeros. El gol de Sheva retumbó en el ánimo de los deportivistas, que veían
cómo Kaká le golpeaba por tercera vez antes de caer a la lona. El Milán juega a
borbotones y eso signifi ca que la ambición no conoce límites. No hay espacio
para la misericordia. Y los de Berlusconi se ensañaron en el arranque de la
segunda parte, cosa que Pirlo confirmó al anotar el cuarto gol en un libre
directo. Dicen que Cassius Clay, el mismo hombre que ahora pregona que “nada es
imposible”, también pegaba así: cuando quería, sin piedad y torrencialmente.
El cuarto gol dibujaba un panorama desolador para el Deportivo.
El fútbol orgásmico de los milaneses sufrió un receso que posibilitó que los de
Jabo tomaran algo de aire. Ya llovía menos. Perdido el partido, el objetivo era
mantener con vida la eliminatoria. Y eso pasaba por marcharse arriba a por un
gol, por lo que Jabo introdujo a Fran en el campo. El equipo lo agradeció y el
balón también. Fran, Pandiani y Capdevila pudieron sacar de la UVI la
eliminatoria. Pero no lo lograron.
Saludo inicial de Berlusconi
Silvio Berlusconi, primer ministro italiano y presidente del
Milán, no se quiso perder anoche el partido. Antes del inicio, bajó al campo
para saludar al Deportivo y al árbitro ruso.