Empezaremos por el final, en plan
Tarantino. Es una suerte que David Beckham haya nacido en esta época y no hace
500 años, pues habría sido reclutado para saquear nuestros galeones y ahora no
tendríamos ni barcos ni honra ni Cola Cao (por lo del cacao, digo), que me río
yo de Sir Francis Drake.
Beckham, que no tuvo un partido muy
fi no, volvió a ser despedido con una ovación. Y para ello le bastó con batirse
con todo enemigo que se le cruzaba y aplaudir al público al final. Y no lo
critico, conste. Me parece admirable ese afán por agradar, por entregarse en
cualquier circunstancia, aún a costa de arriesgar tobillos y tabique nasal.
También me parece sublime su dominio del escenario, su capacidad para reclamar
el foco y encontrar buenos finales, da igual la historia.
Dejaremos a Beckham aplaudiendo en
el centro del campo, la gente entregada, tanto ellas como ellos, que desde que
el muchacho habita entre nosotros he asistido a sorprendentes confesiones
íntimas de los tipos más duros y peludos que ustedes se puedan imaginar (palillo
en la boca, pitillo en oreja). En fin, que estamos rendidos a la Pérfi da Albión.
Puestos a hablar del partido, hay
que elogiar el encuentro jugado por el Madrid, sin excesivas florituras, pero
con una absoluta efi cacia, jugando como un equipo, lo que constituye una
maravillosa novedad.
Es curioso que la ausencia de un
jugador tan fabuloso como Zidane sirva para ordenar el esquema con la simple
colocación de un buen futbolista (Solari) fi jado a la banda izquierda. Con ese
movimiento se gana equilibrio y se protege a Roberto Carlos. Y no digo que sobre
el francés, por favor, no estoy tan mal, sino que quizá sea necesaria otra forma
de gestionar esa abundancia de atacantes, quizá bajando a Zidane al pivote,
aunque luego no sé quién iba a defender, y el año que viene Henry, cielos, qué
cerca me siento de Queiroz en algunas ocasiones (pocas).
Si el Madrid compensó la baja de
Zidane (muy bien Guti), también hizo olvidar la de Pavón, gracias a la meritoria
actuación del canterano Mejía. Aún no sé si es el mejor de los jóvenes (le falta
osamenta), pero desde luego demostró que es el más valienpata, sino que se
arrancó por soleares un par de veces y se atrevió a subir, intentando que se le
viera. Y esto gusta al Bernabéu, que se llevó una magnífica impresión del
muchacho. Lástima que Juanfran no disponga de tantos minutos. O Jurado.
El Villarreal, sin jugar mal,
decepcionó por completo. A quien tiene fútbol se le perdona muy mal la falta de
pasión (Riquelme). Es cierto que tocando se llega al área del Madrid, pero
también es necesario presionar, moverse rápido. Y nada de eso se vio el equipo
de Benito Floro, que alguna culpa tuvo que tener.
Personalmente, me gustan poco los
entrenadores que gritan constantemente, que corrigen posiciones, como si no
hubieran tenido una semana para hacerlo, como si los futbolistas fueran
incapaces de entender lo que está sucediendo. Me parece que quieren enseñar la
corbata. Una de las decisiones de Floro, cambiar de banda a Guayre, que pasó de
la derecha a la izquierda, anuló por completo el peligro que tenía el Villarreal.
El gol de Solari al fi lo del
cuarto de hora fue el premio a un futbolista que ha sabido sobreponerse al
victimismo que invade a algunos suplentes (Portillo). El argentino, además de
inspirado, parece alegre, y eso vale un potosí. Al buen tono del Madrid ayudaba
también Figo, que hacía méritos lejos de la banda, quizá sugiriendo una posible
reubicación.
Entre el final de la primera parte
y el comienzo de la segunda, al Villarreal sólo le quedaban Belletti y,
asómbrese, Ballesteros, central acorazado que pega y juega.
Pero no tardó en llegar la
sentencia. Nació en un balón que perdió Riquelme, porque el chico se lo pasa tan
bien que se queda dormido. Solari la robó y Guti se la pasó a Ronaldo, que
estaba en la frontal, aposentado, como suele. Bien, pues lo que parecía un balón
levemente interesante se convirtió de pronto en lo más rápido que se les pueda
ocurrir, misil, cohete o centella. Fue un zurdazo bestial, una detonación, la
propulsión de mil whoppers generada por los vatios que puedan producir todas las
garotas de Ipanema. Y también fue gol, por la escuadra.
Durante un rato no se escuchó más
que el eco de aquel chutazo.
Hasta que Casillas empezó a volar.
La mejor de sus intervenciones fue una estirada bellísima a disparo venenoso de
Belletti, pero hubo otras. El final discurrió entre algunas broncas, a las que
siempre se invitaba Beckham (a ver si encontraba un argentino), y el gol de
cabeza de Ballesteros, al que contribuyó Solari con una pasividad asombrosa. Con
el tiempo ya cumplido, el propio Ballesteros reclamó teatralmente un penalti y
el árbitro, que acabó un poco merengón, le enseñó la roja y luego le dijo que
era broma, que era amarilla, y si no sabes aguantar una guasa vete del pueblo.