El equipo más trabajado y más
organizado del campeonato cayó por tres cero ante el que reúne a los mejores
jugadores. ¿Qué tiene de raro? El fútbol consiste esencialmente en eso: a
igualdad de entusiasmo, los once mejores ganan a los once peores. La táctica, el
trabajo físico, la previsión de los factores que puedan aparecer durante el
partido, son recursos convenientes para vencer a los iguales para acercarse a
los que son superiores. Pero nada suple el verdadero talento, eso tan difícil de
definir, pero tan fácil de entender, que tienen por ejemplo Ronaldo y Raúl.
Con ellos, con sus goles (esta vez
no fueron necesarias ni las paradas de Casillas) el Madrid ha colocado a tres
kilómetros de distancia al Valencia en la eliminatoria estrella de cuartos. Buen
partido del Valencia, por cierto. Con sus mejores jugadores, con su mejor
colocación, con su mejor Aimar, con sus mejores preparación, voluntad y energía
puestos en el partido. Pero sin eso que los clásicos llamaban mordiente. Eso
quien lo tuvo fue el Madrid, con Ronaldo y Raúl, los galácticos del área. Con
ellos sobre el campo, el Madrid siempre está mucho más cerca del gol de lo que
parece.
Adiós crisis. El Madrid dio por
clausuradas sus vacaciones en el descanso del Ruiz de Lopera, se ha puesto las
pilas otra vez y ha dado un golpe de autoridad. Claro que quedan discusiones
pendientes: ¿Helguera aquí o allá? ¿Quién juega en lugar de Makelele? ¿Cómo
recobrar la simetría con Zidane sobre el campo? Pero esas discusiones son
aplazables. Pertenecen a esa otra visión del fútbol, la que teoriza sobre cómo
enfrentarse a jugadores superiores. Cuando los jugadores superiores son los
propios y se mueven con un mínimo entusiasmo, esos problemas son secundarios.
AS