El fluido. Más o menos, el
Principio de Arquímedes establece que una masa introducida en un fluido ocupa y/o
desaloja la cantidad de fluido equivalente a esa misma masa. El sabio
Valdanágoras estableció que cuando ataca Ronaldo “ataca una manada”. Por el
sitio que ocupa y desaloja nuestro atacante, esto es una evidencia. Mientras
Bekele, el héroe etíope de 50 kilos de peso, corrió en Itálica más de 10.000
metros campo a través en 31 minutos, Ronaldo tardó 60 minutos de partido en
cruzar a todo trapo... una decena de metros. Pero cuando lo hizo, tras un
lance-pase majestuoso de Zidane, Heliópolis entero se cimbreó al compás de la
flexión de Contreras. Bekele y sus amigos etíopes desayunan un té con medio
bollito. ¿Qué desayunaba Ronaldo en la favela? ¿Qué desayuna en Madrid? Buena
pregunta para Arquímedes, Valdanágoras... y Contreras. Y para Kant.
Costuras. Un partido como el
de ayer consiste en una sucesión de costuras que se abren y se remiendan a toda
prisa y como buenamente se puede. Las apariciones de Joaquín llenaban de
costurones la banda izquierda de la defensa madridista, sin soluciones en la
transición hacia atrás. Por otra costura de la defensa del Betis entró la aguja
de Zidane. Y lo que hizo Ronaldo no podía arreglarse ni con pespuntes de hilo
negro: eso no fue un costurón, sino un desgarro que vistió de luto a la Macarena
de Don Manuel. Tras la riqueza de matices de un partido tan volandero, habitaba
la sombra de la sospecha. ¿Cuántas horas trabajan a la semana Víctor y Queiroz?
Pero trabajar... de verdad. Al Betis le duró media hora la fuerza presionante.
En todo caso, mucho más que la organización del Madrid.
Rarezas: Roberto-Raúl.
Más rarezas. El extraño caso de
Roberto Carlos. Daba la sensación de que, penaltis a un lado, Joaquín no podía
despegarse del monosabio brasileño. Este Joaquín, que vendió su baratija más
atractiva cuando más le convenía. Pero a veces, Roberto no estaba y Joaquín
volaba sobre Bravo como Bekele sobre Itálica. ¿Dónde estaba Roberto? Una vez, en
el fragor de combate, lo vimos encarado con Raúl, que pasaba por allí. Robertito
le dijo a Raulito algo de bajar para atrás en defensa y se llevó una buena
rociada de Raulito, y se puso serio: “A mí no me digas eso”. Después, rieron. ¿Con
Joaquín, con Ronaldo o con Arquímedes?