Lembo tiene sólo 25 años, pero en
Uruguay le llaman el Mariscalito desde que encabezó la generación que fue
finalista en el Mundial Sub 20 de Malaisia en 1997. Sólo un par de años después,
el central, acompañado de un descarado grupo de jóvenes (Carini, Zalayeta y
Fleurquin), sorprendió a todos, eliminó a la anfi triona y llegó a la fi nal de
la Copa América de Paraguay. Fue ahí donde Lembo conoció personalmente a Ronaldo
(Uruguay perdió 3-0 ante Brasil), que por entonces trataba de ser el mismo
después de su ataque epiléptico en la final del Mundial de Francia. “Ahí me
enchufó uno”, recuerda el charrúa en el asiento de copiloto del coche de su
compañero Fernando, que le pica matizándole que en la primera vuelta también le
hizo un gol. Lembo se deshace en elogios al brasileño: “Es el mejor delantero
del mundo. Es un goleador enorme pero intentaré pararlo como he hecho con todos.
Nada especial. Confío siempre mucho en mis compañeros”. Lembo, que este año se
ha enfrentado a Fernando Torres, Etoo, Darío Silva o Kluivert, tiene un lema:
“Respeto sí, miedo no”. Por eso no tiene preparado nada especial para el
madridista: “Hay que estar concentrado y tener precauciones. Sé qué clase de
delantero es. Te puede matar en un instante si no estás encima de él”.
Lembo debutó en la Liga española en
el Santiago Bernabéu. Por entonces, ya vivía en Sevilla, donde pronto trabó
buena amistad con un vecino muy afi cionado del Madrid. El charrúa no se echó
atrás y apostó que se pintaría el pelo de blanco (por el color del rival) si
perdían en Chamartín. Le tocó perder. ¿Repetiría? “Sí, he vuelto a apostar con
mi vecino, pero no diré qué. Y no es el pelo”. Estos competitivos uruguayos...
AS