Dijo Orson Welles (creo) que cuando
se viaja en avión sólo existen dos tipos de emociones: el aburrimiento y el
terror. Y esto viene muy al caso porque lo de anoche fue algo semejante. Tan
pronto bostezabas como te estremecías presa del pánico. Por una parte era uno de
esos partidos desangelados en los que alguien del público estornuda y la grada
de enfrente dice Jesús. Por otro lado era un encuentro que rondaba
inexorablemente la tragedia, pero no la tragedia heroica sino la doméstica, el
calambre con la tostadora y el Cola-Cao hirviendo sobre los muslos.
Vean: en el minuto 22 se le salió
un hombro a Rubén, un muchacho que más que una oportunidad necesita un exorcismo,
porque no es que le cambie Queiroz, es que le cambia el destino; en la prórroga
(minuto indeterminado) Aimar, entrenador del Leganés, chocó con un linier y
sufrió una contusión en una costilla, a consecuencia de lo cual tuvo que
abandonar el campo acompañado de la Cruz Roja. Alguien que vio el doloroso
escorzo del técnico pensó que le había dado un ataque al corazón (y lo dijo),
teoría que corrió como la pólvora porque parecía más creíble que el hecho de que
el asistente le hubiera puesto una banderilla. Pero la realidad supera a la
ficción.
Y hubo un último caso de susto y
preocupación: una fantástica palomita de César en el último instante de la
prórroga acabó con el portero clavado en la hierba haciendo el pino-puente,
posición de la que consiguió salir gracias a la ayuda del médico, que le
enderezó.
Por lo que se refiere al fútbol,
decir que no hubo. Ganó el Madrid porque existe Raúl y porque el Leganés perdonó
un par de ocasiones clarísimas, me resisto a creer que sea necesario traer a un
tropel de jugadores argentinos para ver esto, o sea, para no ver nada. Entre los
locales sólo se salvaron Calandria y Borja, este último español.
El encuentro comenzó un tanto
morcillón, frío, con el Madrid dominando sin querer, el Leganés
insospechadamente blandito, Beckham y Raúl ejerciendo de jefes y el resto
solteros contra casados.
Movimiento. El Madrid se
adelantó con un gol de falta de Beckham, cantada de leyenda del portero del
mismo nombre, que siempre podrá decir que el balón botó antes, pero es que los
balones botan. La colaboración de Leyenda también fue impagable en el segundo
gol madridista: disparo de Beckham, un tanto flácido, el portero que no atrapa y
Raúl que se aprovecha, 0-2, partido resuelto, ja.
El Leganés, sin inmutarse mucho, no
crean, no tardó en empatar. Calandria robó la cartera a Raúl Bravo (cielos
cuando venga Makaay) y se la puso en bandeja a Borja, que repitió al filo del
descanso con un gran cabezazo, la defensa del Madrid mirando.
Miñambres, Núñez y Portillo, que
habían sido titulares, no aportaron absolutamente nada. Ya en la segunda parte,
cuando el Leganés se adelantó, Queiroz tuvo que recurrir a Ronaldo y esto es
mucho más que un cambio, es un símbolo: hay una parte de la cantera, la que se
ve, que está sobrevalorada, no hay carne, sólo guarnición.
Durante 37 minutos el Leganés se
vio clasifi cado porque el Madrid era un rival abúlico, sin alma, incapaz de
atisbar la más mínima gloria en el partido. Solari y la suerte de un rebote
hicieron el empate y luego en la segunda parte de la prórroga sentenció Raúl, ya
se sabe. La Copa sólo se aprecia cuando se ve la fi nal por televisión. Ayer
volvió a confirmarse.
El crack
César
Salvó al Real Madrid con dos paradas milagrosas, una en el minuto 90 y
otra al final de la prórroga.
¡Vaya día!
Rubén
El central volvió a la titularidad pero en el minuto 26 se lesionó en el
hombro derecho y tuvo que ser sustituido.
El dandy
Raúl
Marcó dos goles en Leganés, el segundo de ellos providencial, ya que
supuso el triunfo del equipo madridista.
El duro
Txiki
En el minuto 34, sin venir a cuento, le dio una patada por detrás a
Beckham y fue amonestado.