En el preciso momento que Oliveira clavaba el segundo a Casillas, el programa del corazón Salsa Rosa se mofaba de la disoluta fiesta de cumpleaños de Ronaldo. Chicas, bebida, noche larga y confusa. Mal rollo, mal síntoma. Esta semana es, definitivamente, la más negra del Madrid en lo deportivo y en imagen. Demasiado guateque a la vista pública y demasiada impotencia en el césped de Mestalla. Una coincidencia fea e inoportuna. Quizás una cosa y otra no tengan que ver. O quizás sí. Los Galácticos se resquebrajaron ante el Valencia, ahogados en una equivocada suficiencia, golpeados como muñecos y sin recursos desde el banquillo para esperar maniobra sorpresa alguna.

Los jugadores del Valencia saltaron al campo con fuego en el cuerpo, aplicados en la irrenunciable lucha por poseer el balón. Más fuertes, más disciplinados y más ambiciosos. No eran once los de Benítez, eran doscientos. El Madrid encajó el primer gol cuando aún posaba para la foto. Se durmió, se deshilvanó en cuanto Albelda, Aimar y Mista pegaron el primer grito, cada uno desde su línea de influencia. El desorden madridista en los primeros minutos fue de los que hacen historia. Patética historia, claro.

Si Queiroz y sus muchachos no esperaban la presión del Valencia es que no están en este mundo. Ocurrió lo que habría pronosticado el más inexperto aficionadillo. Y, sin embargo, no se apreció en el Madrid capacidad de respuesta ni al principio ni al final. Aimar estableció las bases del juego en media hora, crujiendo al dolorido Zidane y haciendo un traje a Cambiasso. Después el Payasito se marchó lesionado, por fortuna para el corazón taquicárdico de Florentino, entonces ya metido bajo la mesa en su casa de Madrid, preso de incredulidad y bochorno. Seguro.

Rafa Benítez desveló en cinco minutos cómo iba a ser el robo de cartera: por la izquierda del Madrid. Metiendo caña a Roberto Carlos con Jorge López. Por allí entró el Valencia tres veces y en la tercera Mista demostró por qué su técnico le eligió antes que a Oliveira. Casillas se quedó con el molde, en una imagen de clarísima impotencia. Era el minuto cinco y si alguien esperó ver a continuación a un Madrid enrabietado, se equivocó.

Nada funcionaba en los Galácticos a su nivel. Zidane y Guti no congeniaron (¡Ay, cómo se echa de menos a Raúl en estas batallas!); Beckham peleó, tocó y murió a pies de los toros Baraja y Albelda; Pavón y Bravo bailaron lo que les propuso Mista y después Oliveira...Y Ronie ni la olió. Ni ataque en manada ni esencia ni talento en gotas. El Madrid apenas asomó la cabeza en media docena de avanzadillas más bien desarboladas, ante las que Cañizares hizo incluso teatro cuando fingió que le ponían en apuros. Al menos eso pareció.

Guti, mal. Si me preguntan cuál fue la reacción de Queiroz, pues más bien corriente. Después del descanso metió a Beckham en la derecha, a Figo en la izquierda y a Zidane al centro. Nada nuevo bajo el sol. Liquidó a Guti en cuanto pudo (mal jugó el chaval de enganche y mal su gesto al ser sustituido) y dio cancha a Portillo por el qué dirán. Pero si me dicen que jugó Porti, ni me enteré.

Al Valencia no le importó un pimiento la rotación de fichas, porque tenía la sartén por el mango. El mango de la robustez, de la electricidad en ataque y de la versatilidad. Impecables atrás, duros sí es verdad, imperiales en el dominio del centro del campo y puñeteros de frenar en ataque. Oliveira marcó un segundo gol como quien le mete la puntilla a un miura: hasta la bola. Fue la imagen final y resumida de un malísimo día de los Galácticos, a los que se les recomienda más concentración para afrontar estos partidos grandes con la cabeza fría y en su sitio.

EL DETALLE: Primera derrota en liga del Real Madrid

La de ayer fue la primera derrota del Madrid en las cinco jornadas de Liga jugadas. El equipo blanco no perdía fuera de casa desde el 15 de abril (4-2 en Anoeta).